Padre Jaime Justicia (1908-2006). Nace en San Isidro, Carchi; humilde sacerdote, de quien Dios se sirvió para comenzar la misión salesia en Ecuador, en la parroquia de San Pablo del Lago. Viendo la realidad del lugar, con ardiente celo sacerdotal, dirige la mirada más allá del Océano y manifiesta a su obispo, Silvio Luis Haro, que iba a Roma, su anhelo de obtener la presencia de una Congregación religiosa extranjera para que trabaje en su parroquia.

¿Cómo inicia? Es un memorial de toda la Congregación. Una delegación de padres conciliares del Ecuador se encontró en la comunidad de Villa Adriana, Roma, para celebrar en fraternidad el día del santo de uno de los 29 Obispos. El señor nuncio apostólico Bruñera, de origen italiano, habiendo recibido el pedido del obispo de Ibarra Silvio Luis Haro de darle tres religiosas para su Diócesis, se dirige con una pregunta a la Madre General: ¿Las hermanas salesias aceptarían compartir con el episcopado y el clero ecuatoriano las fatigas apostólicas en América Latina?

Frente a este pedido, madre Michelina Mocellini, visualiza la aventura misionera, ya que desde hace tiempo soñaba con la posibilidad de abrir la Congregación al apostolado de la misión. Se actualiza así lo que san Pablo dice: “Ay de mí si no evangelizo” (1Corintios 9,16).

Las hermanas salesias, viviendo con la mente y el corazón el gran evento ecuménico del Concilio Vaticano II, se abren al soplo del Espíritu Santo que realiza el prodigio de un nuevo Pentecostés en la Iglesia.

La Congregación responde a la aventura misionera y se dirige hacia América Latina, inicialmente a Ecuador.

Padre Justicia supo acompañar, ayudar e iluminar a las hermanas, demostrándose padre y pastor, según el estilo del Evangelio, proyectando también el futuro de un florecer de vocaciones.

Llegan a Ecuador

El 2 de agosto de 1963, llega al Ecuador una delegación de misioneras italianas, pertenecientes a la Congregación de Religiosas de San Francisco de Sales: sor María Cleofe Grignaffini, sor Silvina Meneghello, sor Fortunata Milani, sor Laura Galeazzo y sor Laudimira Mai, destinadas a la obra educativa y apostólica del Instituto «Alfonso Barba«, en la parroquia de San Pablo del Lago, Imbabura.

Primeras hermanas

Inicialmente, la Comunidad encontró un amplio espacio para el apostolado, dedicándose concretamente a:

  1. Educación de la juventud femenina, para lo cual se requería la presencia de dos religiosas.
  2. Actividad de enfermería, que se integró al ya existente Centro de Salud, y necesitaba una enfermera profesional.
  3. Misión al campo, realizada por dos hermanas.

(Datos tomados de la Historia de la Delegación, escrita por  sor Laura Galeazzo, cuya transcripción se realizó en 2009).

A lo largo de la historia de la Iglesia han salido hombres y mujeres de toda condición y cultura que, consagrados por el Espíritu en virtud de la llamada, por Él han dejado familia y patria y lo han seguido incondicionalmente haciéndose disponibles para el anuncio del Reino y para hacer el bien a todos (Caminar desde Cristo, Nº 21).

Nuestras hermanas, con gran celo y fervor misionero, hicieron del Ecuador una tierra fecunda para su apostolado en las diferentes regiones del país: Costa, Sierra, Oriente, impulsadas por el mandato del Señor: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19). Se abren a la fundación de nuevas comunidades, confiando que es el Señor quien hace crecer la semilla que cae en tierra fértil.

Actualmente nos encontramos en 18 comunidades, en la Delegación de Ecuador, Perú y Cuba.