¡Dios sea bendito!
Los ejercicios de purificación del alma que nos propone nuestro buen Santo deben durar toda la vida. La victoria no radica en no sentir las imperfecciones o tentaciones, sino en no consentirlas ni aceptarlas. Para lograrlo, debemos acrecentar nuestra paciencia como la virtud necesaria para llegar a la casa del Señor paso a paso.
Escuchemos la manera de cómo se lo debe hacer.